Wednesday, December 12, 2007

Los dos reyes y los dos laberintos

Dios ha diseñado las mas monstruosas obras de ingeniería, las edificó con microscópicas rocas arrumbadas como océanos movidos por el viento. Los reyes del relato de Borges se han enfrentado al escandalo de lo creado o de lo construido con resultados contrapuestos. El primer rey sufre ante la arrogancia del arquitecto. El segundo rey sufre la venganza del primero. ¿Dónde es enviado? A un laberinto donde las puertas estan abiertas pero, la salida esta vedada. el sol parece ser en ente que enceguece la búsqueda. El hombre perdido en el desierto es el hombre perdido en la arena, la arena es el átomo del reloj del tiempo, por tanto el hombre que se ha extraviado en el desierto es el hombre perdido en el no rumbo y en el tiempo. El verdadero laberinto ante el cual Dios nos arroja es aquel en donde sólo existe la ilusión de la salida, mas el transito y el caminar no nos acercan direccionalmente a ella. La forma de salir del primer laberinto es mediante la salida, la resolución del laberinto, su dilusidación, la forma de salir del segundo laberinto es la muerte. La muerte sucede en el tiempo pero escapa a este, o al menos su víctima escapa a él.

Friday, December 07, 2007

El libro de las Horas


(1899-1905)


LIBRO PRIMERO

EL LIBRO DE LA VIDA MONÁSTICA


(1899)

Y la hora se inclina y me toca
con golpe metálico y claro,
Tiemblan mis sentidos. Lo siento que puedo,
y agarro el plástico día.

Nada estaba hecho antes que mirara;
un devenir se detiene.
Mis ojos maduran, y como una novia
va a cada mirada la cosa que quiere.

Nada me es pequeño: sé también amarlo,
lo pinto sobre oro, y en grande,
y lo tengo en alto: y no sé hacia quién
el alma se escapa...

Vivo mi vida en círculos que se abren
Sobre las cosas, anchos.
Tal vez no lograré cerrar el último
pero quiero intentarlo.

Giro en torno de Dios, antigua torre,
giro hace miles de años.
Y aún no sé si soy águila o tormenta
o si soy un gran cántico.

Tengo muchos hermanos con sotanas
en el Sur, donde crece el laurel en los claustros.
Sé con qué humanidad imaginan Madonnas;
sueño a menudo con Tizianos jóvenes
por los que cruza el Dios incandescente.

Pero cómo me inclino también hacia mí mismo:
es oscuro mi Dios, como un tejido
de cien raíces que en silencio beben
Sé que de su tibieza me levanto
y no sé más, porque todas mis camas
reposan allá abajo, con señas sólo al viento.

Con nuestras fuerzas no te pintaríamos,
tú, aurora, de quien se alza la mañana.
De viejos potes de color sacamos
Las mismas líneas, y los mismos rayos
con que el santo pintor te silenciaba

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